Con más frecuencia de lo que esperaríamos, muchos cristianos caen en las redes de falsas enseñanzas que los llevan a múltiples errores en su forma de pensar y de actuar. No es algo nuevo. Es un fenómeno que suma siglos. No obstante. En los últimos años ha tomado fuerza.
Hace muchos siglos el profeta Oseas advirtió en nombre de Dios: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos.”(Oseas 4:6)
Infortunadamente millares de hombres y mujeres en todo el mundo se dejan seducir más por las fábulas humanas, por el discurso bien elaborado y por aquellos que apelan a la manipulación sicológica, antes que por una enseñanza cimentada en las Escrituras.
Esta actitud dista mucho de la que asumieron los primeros cristianos. El evangelista Lucas relata: “Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.”(Hechos 2:41, 42)
Observe cuidadosamente que anota: “Y perseveraban en la sana doctrina de los apóstoles”. Sencillamente, sabían diferenciar lo bueno de lo equivocado. Hacerlo era posible gracias a que consultaban la Palabra, tal como también lo hacían los creyentes de Berea (Hechos 17:10, 11)
Desde el primer siglo, mantenerse al margen de enseñanzas erróneas, conducía a discrepancias al interior de la comunidad de creyentes, por los cual Pablo escribió a los cristianos de Corinto:
“Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer.”(1 Corintios 1:10)
El apóstol tenía claro que los libros a los que tenían acceso, provenían de Dios. Y así lo expresó en una misiva a su discípulo Timoteo: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia,”(2 Timoteo 3:16)
Volver a la Palabra de Dios es lo que nos garantiza solidez en nuestra vida cristiana. Es tiempo de revisar en qué hemos creído y sobre qué fundamentos. Probablemente nos sorprenderemos de que hay conceptos y principios que hemos adoptado sin que ellos revistan firmeza.
Teniendo en mente esta realidad, iniciamos el Curso Doctrinas Bíblicas, que estamos seguros despejará muchas de sus preguntas, clarificará aspectos en los que quizá esté equivocado y le permitirá fortalecer su fe, experimentar crecimiento en la relación con Dios, y maravillarse de las poderosas enseñanzas que hallamos en la palabra. En ella aprenderá pautas que le llevarán al crecimiento personal, espiritual, familiar y, por supuesto, ministerial.
¡Bienvenidos a este nuevo proceso formativo!
Fernando Alexis Jiménez
Instituto Bíblico Ministerial
Misión Edificando Familias Sólidas (Colombia)